Contents
- Motivación para aprender latín y no decaer en el empeño
- ¿Cúal es tu motivación para aprender latín?
- 1. Aprender latín, paso uno: encontrar tu porqué.
- Tus objetivos al aprender latín
- 2. Aprender latín, paso dos: márcate tu objetivo
- 3. Aprender latín, paso tres: divide tus objetivos en subobjetivos
- 4. Aprender latín, paso cuatro: crear un hábito.
- 5. Aprender latín, paso cinco: pon en práctica tu hábito
- Aprende latín: empecemos
- ¿Qué tengo que hacer ahora?
Aprender latín es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Ser capaz de leer pasajes de Enio, reírme con Plauto y Terencio, ser instruido por Séneca el Joven, maravillarme con Cicerón o conmoverme hasta llorar con Ovidio –autores que vivieron hace más de 2000 años– hoy en día es una fantástica experiencia fuera de lo normal.
Después de muchos años de aprender latín por mi cuenta y de enseñar a otros, he llegado a la convicción de que cualquiera puede aprender latín de manera autodidacta, si emplea el tiempo suficiente, la estrategia correcta y los recursos adecuados.
En esta serie de artículos me dispongo a poner de relieve los aspectos más importantes a la hora de aprender latín teniendo en cuenta no solo la motivación, objetivos y hábitos, sino también los recursos y técnicas para aprender una lengua. Mi objetivo es que el lector, ya sea autodidacta, alumno, o un profesor que trata de mejorar o programar un plan de estudios encuentre aquí algo de ayuda.
El presente artículo es el primero de una serie de tres en el que hablaré sobre la motivación, los objetivos y los hábitos, en el siguiente analizaremos los materiales disponibles para nuestro propósito y en el último las distintas técnicas y recursos.
Motivación para aprender latín y no decaer en el empeño
Hace 2300 años Livio Andronico invocó a las Camenas y compuso el primer poema épico en latín –su adaptación de la Odisea– la Odussia.
“Virum mihi, Camena, insece versutum.”
— Livius Andronicus, Odyssea 2.1.
Podría decirse, por tanto, que con estas palabras comienza la Literatura Latina –al menos este es el primer testimonio de que disponemos.
Imagina la cantidad de textos en latín que se han escrito después de estos versos. El latín no solo fue la lengua de Cicerón y Virgilio, sino que perduró más allá del horizonte de la República y el Imperio Romano como vehículo de expresión de aquello más preciado para el ser humano: sus pensamientos y afectos.
El latín fue la lengua de Ausonio, San Agustín, Aloisio y Abelardo, Santo Tomás de Aquino, Godofredo de Montmouth, Erasmo, Melanchthon, Descartes o Linneo entre muchos otros. Imagina ser capaz de leerlos a todos, de dialogar con ellos.
Hace unos veinte años estaba caminando con mi padre por el casco viejo de Estocolmo. Nos topamos con una gran piedra en el exterior de la Casa de los Nobles, en ella había una inscripción dorada. Estaba en latín.
No entendí nada, pero me quedé completamente fascinado.
Este hallazgo suscitó en mí un ardiente deseo de aprender la lengua que estaba cincelada en esa piedra para poder desentrañar aquel tesoro de tiempos remotos
Quorsum haec? ¿Y por qué cuento esto?
Porque cuando te embarcas en un largo viaje es fundamental recordar tu punto de partida, a dónde te diriges y qué hermosas vistas te aguardan en la cima de la montaña tras haber recorrido los tortuosos caminos hasta ella.
Continuemos leyendo.
¿Cúal es tu motivación para aprender latín?
Aprender a leer en latín, cuya literatura abarca más de dos milenios, requiere mucho, pero que mucho tiempo. Puedes aprender a enfrentarte a los textos, traducirlos e incluso hablar un latín fluido en mucho menos tiempo. Pero si lo que quieres es conseguir leer y entender la Literatura Latina de la Antigua Roma y la que se produjo con posterioridad, de acuerdo, esto en ese caso te va a llevar mucho tiempo y mucho esfuerzo, por eso es tan importante tener una gran motivación.
¿Por qué quieres aprender latín? ¿Por qué estás aprendiendo latín?
En vistas de que aprender latín conlleva mucho tiempo, esfuerzo y paciencia, es fundamental encontrar una buena motivación, un objetivo a largo plazo, tu aspiración, algo que te impulse a seguir adelante incluso cuando el empuje inicial, por así decirlo, haya decaído y esa magia desaparezca.
En este punto es donde el que tiene una motivación fuerte, definida, se mantiene firme mientras otros pierden la ilusión o se fijan nuevos objetivos.
Si ya estás decidido a aprender latín ten en cuenta que tu motivación, tu objetivo, sigue siendo algo provechoso, pues esto te ayudará a seguir adelante.
1. Aprender latín, paso uno: encontrar tu porqué.
Siéntate con un lápiz y un papel. Pon algo de música y escribe en mayúsculas.
¿Por qué quiero aprender latín?
O
¿Por qué estoy aprendiendo?
Escribe, sin ningún prejuicio, cada razón, cada motivo que te venga a la cabeza. Algunos serán evidentes, otros no tanto, algunos serán magníficos, otros no tanto.
Mira el papel: ¿Cuál es tu sueño?
¿Cuáles son tus motivaciones para aprender latín? ¿Realmente quieres aprender latín? Las circunstancias y los intereses cambian, lo que era válido hace cinco o diez años puede no serlo ahora.
Sé sincero.
Si realmente no encuentras ninguna motivación que te inspire a comenzar o continuar aprendiendo latín valora la posibilidad de dejarlo. Está bien, hay otras muchas cosas que aprender en esta vida, las decisiones que tomaste en el pasado no tienen por qué condicionarte en el presente.
Así pues, encuentra tu porqué, la razón por la que quieres empezar o continuar aprendiendo latín.
Asegúrate de que tu porqué sea sólido, como dijo Ovidio:
“Velle parum est, cupias, ut re potiaris, oportet.”
— Ovidius, Ex Ponto, lib. III.
“Querer no es suficiente, tienes que desearlo para conseguirlo”
Estas son algunas de las razones para aprender latín que durante años he escuchado de alumnos y compañeros:
- Leer latín por diversión
- Para hacer una investigación de carácter histórico
- Para escribir un trabajo que no se vea condicionado por lo perecedero de las lenguas modernas.
- Viajar a través del tiempo viendo cómo se desarrolla la historia desde la antigüedad a la actualidad en la misma lengua que podrías hablar con un amigo.
- Como un reto intelectual.
- Para componer poesía que perdure eternamente.
- Porque es interesante.
Cualquier razón lo suficientemente poderosa que te mantenga en el empeño durante años es buena. Recuerda, tu motivación es tuya y solo tuya. No permitas que nadie diga que tu motivación no es suficientemente buena o razonable, que es estúpida o ridícula. Está ahí para motivarte a ti, no a los demás.
Encuentra tu porqué
En este punto asegúrate de que has escrito tu porqué en el papel. Cuélgalo en tu pared o tenlo a mano, esto te recordará porqué quieres aprender latín. Llegará el momento en que necesitarás recordarlo, créeme.
Tus objetivos al aprender latín
Cuando tengas la certeza de que realmente quieres aprender latín y hayas analizado tus motivaciones como punto de partida para estudiarlo, estarás preparado para fijarte unos objetivos.
Esto es muy importante. En más de una ocasión he visto a alumnos –incluso yo lo hice- que pasan por alto este punto, pensando que solo con su motivación es suficiente. En ocasiones lo es, pero la mayoría de veces no.
Aprender latín supone emprender un largo viaje en el que tu cabeza puede jugarte malas pasadas.
Dirás cosas como: “Es muy difícil, no estoy progresando, quizá el latín no está hecho para mí, además ¿quién lee en latín? Si el latín es tan hermoso ¿cómo es que acabó declinando en las lenguas romances?”
No escuches. Para no ser presa de las trampas que te tiende tu propia mente debes trazar un plan de antemano, podemos detener a tiempo esas dudas si nos fijamos y definimos unas metas asequibles. Con estos objetivos serás capaz de evaluar lo lejos que has llegado en tu aprendizaje lo cual es fundamental para seguir adelante.
Mientras que la motivación es por qué quieres aprender latín, los objetivos marcan a qué nivel quieres llegar. Tu motivación es la razón que te impulsa y te mantiene en el camino para conseguir los objetivos que quieres alcanzar en tu aprendizaje del latín. A veces ambos coinciden, pero tus objetivos deben estar detallados, deben ser asequibles y estructurados de manera que puedas identificarlos una vez que los hayas alcanzado.
2. Aprender latín, paso dos: márcate tu objetivo
Proponte unas metas a largo plazo, quizá a un año vista, es decir, qué quieres ser capaz de hacer o alcanzar tras un año de estudio.
¡Sé audaz!
Estos son algunos ejemplos:
- Ser capaz de leer los poemas de Catulo sin traducción.
- Ser capaz de poner en práctica todo el contenido del libro de texto Familia Romana (encontrarás más información sobre este libro en el siguiente artículo) a la hora de escribir o hablar.
- Ser capaz de escribir sobre ti mismo, sobre tu vida y las cosas que te interesan.
- Leer 1000 páginas en latín.
- Leer todas las comedias de Plauto.
- Ser capaz de entender la misa en latín.
- Ser capaz de leer documentos medievales para un trabajo de investigación sobre historia.
- Poder leer Pugio Bruti.
Sea cual sea el objetivo, asegúrate de que esté bien definido. Si es necesario escribe algunas líneas detallándolo. Es importante que seas capaz de comprobar si has alcanzado tus metas o no, por eso objetivos tales como ‘hablar bien en latín’ son poco útiles, puesto que son muy subjetivos. Trata de formularlos de esta forma: “ser capaz de…” o “llegar a…”
Escríbelo en el papel y cuélgalo en tu pared.
3. Aprender latín, paso tres: divide tus objetivos en subobjetivos
Una vez que te has fijado un objetivo a largo plazo vamos a desglosarlo en partes más pequeñas u objetivos a corto plazo. Ahora vamos analizar qué hay que hacer para alcanzar el objetivo a largo plazo escribiendo una lista de pasos que nos conduzcan a ello.
Por ejemplo, si tu objetivo es dominar el vocabulario y la sintaxis de un libro de texto en latín, podemos hacer esto: digamos que el libro tiene 24 capítulos y podemos marcarnos el objetivo de leerlo en 12 meses. En ese caso, deberemos estudiar dos capítulos al mes. Por lo tanto, podemos establecer objetivos secundarios como: “habré leído y entendido (daremos más información sobre técnicas de estudio en el siguiente artículo) el texto y los ejercicios de un capítulo cada dos semanas. Esta estrategia nos permite evaluar nuestra evolución.
Esto se puede aplicar a todos los objetivos, lo puedes ajustar a tus propias metas y a tu ritmo. Ten en cuenta cuánto tiempo puedes dedicar a estudiar latín, si solo tienes 20 minutos al día quizá debas reconfigurar tus objetivos. Aun así 20 minutos al día no deja de ser un tiempo considerable al cabo de un año. Recuerda, se puede sacar tiempo para estudiar latín a lo largo del día, por ejemplo, cuando estás haciendo cola, conduciendo, cuando vas en el autobús o paseando al perro. (Hace tiempo escribí un artículo sobre Cómo mejorar tu nivel de latín dedicándole 10 minutos al día puedes consultarlo aquí, también otro titulado Un poco de latín cada día) No es ninguna novedad, sobre el año 1420 el humanista italiano, Vergerio escribió esto en su tratado de ingenuis moribus et liberalibus adulescentiae studiis liber:
“Bonae etenim rationis est ea quoque bona colligere quae solent neglegere ceteri, ut si quis super cenam legat et somnum quidem inter libros exspectet aut certe per libros fugiat.”
— Vergerio
“Ciertamente, es buena idea aprovechar aquellos momentos que los demás suelen preterir, como leer durante la cena y esperar que llegue el sueño con la lectura o tratar de evitarlo leyendo”.
Asegúrate de que los objetivos se adaptan a tus necesidades y al tiempo del que dispones.
En definitiva, perfila con detalle tu objetivo principal, divídelo en subobjetivos asequibles marcándote unos plazos. Comprueba que puedas alcanzarlos.
Por lo que respecta a los pasos a seguir encaminados a lograr los distintos objetivos marcados, vamos a tratar ahora de implementarlos de manera que los convirtamos en hábitos.
Hábitos para el día a día: fundamental cuando aprendes latín por tu cuenta.
Fijarte objetivos es un buen comienzo, pero sin el hábito que te lleva a ponerte a trabajar lo más probable es que, una vez haya pasado el estímulo de la novedad, el objetivo acabe por perecer llevado en solemne procesión al cementerio de los objetivos inalcanzados por falta de hábito, tal como Pontano dijo:
“capienda consuetudo quaedam quae sensum laboris imminuit.”
— Pontanus, Progymn. 47.
“Debes crear un hábito que atenúe la percepción del esfuerzo”
Si solo sacas un concepto en claro de este artículo que sea la idea de cómo adquirir un hábito. En ese caso, ¿cómo podemos crearnos el hábito de aprender latín?
4. Aprender latín, paso cuatro: crear un hábito.
Vuelve a coger tu papel y tu bolígrafo, piensa en tus objetivos a corto plazo y valora si puedes crear un hábito diario que te permita alcanzarlos y de igual manera con los objetivos a largo plazo.
Por ejemplo, digamos que tu meta es entender los contenidos de un libro de texto (o de un libro sobre cómo componer textos en prosa, lo cual siempre es divertido) que comprende 24 capítulos y tu objetivo a corto plazo es trabajar dos capítulos al mes. En ese caso un hábito diario podría ser leer y estudiar durante 20 minutos o, por ejemplo, leer 5 páginas en latín cada día. No tiene por qué ser una rutina que lleves a cabo todos los días, pero mi propia experiencia y la de mis alumnos me ha demostrado que es más fácil mantener un hábito si lo haces diariamente. A colación de esto podemos citar de nuevo al humanista Vergerio quien manifiesta aquí una opinión similar:
“Se pueden alcanzar los objetivos exitosamente si distribuimos el tiempo de manera apropiada, si asignamos un horario fijo al estudio y no dejamos que ningún otro asunto nos distraiga de nuestra lectura diaria”
Procura que tu hábito sea razonable y que puedas cumplirlo. ¿Lo tienes en mente? De acuerdo, entonces escríbelo, detalla cuántas páginas, cuántos ejercicios o cuánto tiempo vas a dedicarle.
Hábitos recomendables para aprender latín:
- Lee 15 minutos al día
- Memoriza una línea o un verso al día
- Escribe un diario en latín
- Escucha algo en latín cada día
(Puedes consultar Patreon donde publicamos nuevos vídeos en latín todos los viernes)
5. Aprender latín, paso cinco: pon en práctica tu hábito
En el libro El poder del hábito (2012) Charles Duhigg identifica tres componentes principales en relación con los hábitos: momento clave, acción y recompensa.
El momento clave es lo que realmente origina el hábito, este puede ser un momento del día, un lugar u otro hábito. Un ejemplo de momento clave para muchos fumadores es la sobremesa que desencadena la acción de fumarse un cigarrillo. Otros en cambio suelen tomar un trozo de chocolate después de comer. De la misma forma el momento clave para cepillarse los dientes es después del desayuno.
La acción es un hábito en sí mismo, fumar, cepillarse los dientes, leer 5 minutos o escribir 10 líneas.
La recompensa es sentirte bien como resultado por haber cumplido con tu deber –la sensación de frescor en tu boca después de haberte cepillado los dientes, la satisfacción de haber leído 5 minutos.
Así pues, para adquirir un nuevo hábito tienes que empezar por encontrar un estímulo para ponerte en marcha, que te recuerde, si lo deseas, que debes llevar a cabo esa acción.
Por ejemplo, lo primero que hago todas las mañanas es hacer ejercicio, el momento clave es levantarse de la cama. De esta forma no tengo que pensar ni decidir –esto puede resultar muy duro algunos días. Yo solo hago lo que suelo hacer siempre, es un hábito.
Otros ejemplos de momentos clave para implementar un hábito de estudio puede ser encontrar un momento del día después de haber llevado a cabo otro hábito diario (comer, cepillarse los dientes, etc.), es importante el lugar en el que estás, puedes leer 5 minutos antes de subir al coche o antes de bajarte, leer mientras esperas el metro o el autobús, dando una clase online durante la comida.
La idea es tan sencilla como vincular la acción que quieres llevar a cabo a algo que te lo recuerde, como un momento del día (ej.: las 19:30), un lugar (ej.: en el tren), u otro hábito (ej.: justo después de levantarte).
Si la satisfacción de haber cumplido tu objetivo no es suficiente recompensa puedes buscar algo más. Debe ser algo consistente, algo que te aporte una sensación de autorrealización. Esto es especialmente importante al principio puesto que los hábitos son muy frágiles en su estadio inicial.
A este respecto algo tan simple como un calendario y un subrayador pueden hacer maravillas. Cada día cuando hayas acabado tu cometido, tu hábito para aprender latín, tacha el día en el calendario con una enorme cruz que sea bien visible.
En conclusión, considera el hábito que has formulado en el paso cuatro y busca un estímulo y una recompensa acorde.
Aprende latín: empecemos
Hasta el momento hemos hablado sobre la motivación, los objetivos y los hábitos.
Recapitulemos los pasos. Hemos hablado sobre:
- Encuentra tu porqué. Siéntate y piensa por qué quieres aprender latín. Sé sincero y escríbelo.
- Define tu objetivo. ¿A qué aspiras? ¿Qué quieres conseguir con respecto al latín en ese plazo de tiempo? Ten ambición, sé concreto y sincero contigo mismo. Escríbelo en tu papel.
- Divide tu objetivo en objetivos menores, es decir, en pequeñas metas con unos plazos estipulados.
- Piensa en una acción cotidiana que te ayude a alcanzar estos objetivos a corto plazo –y a largo plazo tu meta final‑, por ejemplo, leer dos páginas, y una recompensa. (ej. tacha un elemento de tu lista, o una galleta).
- Decide cuál va a ser tu momento clave, el que te recuerde cuándo o dónde debes ejecutar la acción que activa tu hábito.
- ¡ahora solo te queda ponerte manos a la obra!
¿Qué tengo que hacer ahora?
- Siéntate y sigue los pasos. Llévalos a cabo concienzudamente, tómate tu tiempo, no hay prisa. Esta parte es importante.
- Comparte tus objetivos y reflexiona sobre ellos con otras personas, hacerlo te resultará realmente útil, es algo en lo que me gustaría haber profundizado más.
- Comparte este artículo si te ha parecido útil. Puedes unirte a la comunidad Latinitium en Patreon.com para disfrutar semanalmente de nuestros videos en latín.
En el próximo artículo nos adentraremos en el análisis de los recursos didácticos.
Traducido por Carles Garcia